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lunes, 8 de septiembre de 2014

Los errores del pasado

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

Todos en el transcurso de nuestra vida -corta o larga- hemos tenido una serie de aciertos y también de errores. Obviamente los aciertos son producto de sabias decisiones que tomamos en un adecuado momento; no así los errores, que a veces se dan por inmadurez, inexperiencia o por tomar decisiones demasiado apresuradas.
En algún instante de nuestra existencia nos hemos detenido incluso a meditar y hemos anhelado retroceder el tiempo para no cometer los mismos errores y darle a nuestra vida otro rumbo, otra orientación.
Lo cierto es que el tiempo no va a retroceder y las cosas que ya hemos hecho no van a cambiar. Lo que sí nos queda son lecciones de vida de las experiencias buenas o malas que nos hayan ocurrido.

Aunque parezca mentira, tanto de las cosas positivas como de los errores del pasado se pueden aprender muchas cosas, y se puede aprender mucho más si no volvemos a incurrir en el mismo error.
Se dice que errar es humano, y es cierto, pues por nuestra propia naturaleza estamos propensos a equivocarnos no una sino muchas veces. Sin embargo, es meritorio de nuestra parte levantarnos cuando nos caemos, mirar hacia el frente y continuar en la búsqueda de nuestros más caros anhelos.

En estos días se habla de borrar nuestro pasado para poder emprender cosas nuevas. Es cierto y suena sencillo de realizar, pero a algunos que se aferran con uñas y dientes a sucesos del ayer les resultará muy complicado abrirse a nuevos proyectos.
Hagamos que nuestra vida sea como un cuaderno abierto para escribir en cada página una nueva historia, pero a la vez pasando etapas y cerrando capítulos.
Nos quedan lecciones aprendidas y el “de aquí para adelante”. Demos vuelta a la página, sigamos avanzando para terminar nuestro libro con un final feliz. Como reza un dicho: “Quien hace algo puede equivocarse, pero quien no hace nada ya está equivocado”.



A veces nuestra vida, como una hoja en blanco, puede empañarse por la presencia de un punto negro, y por más buenas acciones que realicemos, no podremos borrar aquello negativo que ya hemos hecho. No importa: la vida siempre da revanchas y nuevas oportunidades para crecer. Procuremos que nuestros actos sean nuestra mejor carta de presentación. 


sábado, 6 de septiembre de 2014

Las deudas pendientes

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

Todos tenemos deudas pendientes, obligaciones que hemos asumido en algún momento de nuestra vida y que por diversas circunstancias no hemos podido cumplir. Más que deudas de carácter pecuniario, se trata de compromisos que vamos tomando tal vez por temor a no quedar mal con alguien; sin embargo, llegada la hora se nos hace difícil realizar aquello que dijimos que podíamos hacer.
Algunas veces nos comprometemos a ayudar a alguien, otras a acudir a determinado evento social, un evento familiar, el cumpleaños de un amigo, etc. Casi siempre intentamos quedar bien con los demás, pero lo único que logramos es que nuestra reputación quede en tela de juicio por no saber honrar nuestros compromisos.
En ciertas situaciones es imposible poder cumplir algo que hemos comprometido, habrá para ello otra ocasión en la que podamos saldar la deuda. En otras circunstancias somos buenos encontrando la excusa perfecta, pero esta solo nos traerá un alivio momentáneo pues siempre quedará el remordimiento de que le debemos algo a alguien.
No dejan de ser ciertas las frases del acervo popular como “lo prometido es deuda” o “una promesa es una promesa”. Bajo estas premisas, resulta sumamente importante ser sinceros y, sobre todo, valientes a la hora de tomar una decisión o responder a alguien que pida de nosotros un compromiso.
Aunque parezca que resaltan por su simpleza, existen dos expresiones en nuestro vocabulario que si usamos correctamente, nos van a proporcionar en la vida un alto nivel de satisfacción: el ¡sí! y el ¡no!
Para no deber nada a nadie y poder honrar siempre nuestros compromisos, que tu ¡sí! sea siempre ¡sí! y que tu ¡no! sea siempre ¡no!
No nos convirtamos en esclavos de nuestras palabras, como lo hacen siempre los políticos tradicionales y aquellos candidatos que suben a la palestra solo en época electoral. Seamos siempre dueños de nuestros actos y nuestras buenas decisiones.
Un reconocido militar solía decir: “Mi nombre es lo bastante célebre como para que yo lo manche con una infracción a mis promesas”.
Aprendamos a pagar nuestras deudas, aprendamos a cumplir nuestros compromisos para no ser vistos o tratados por otros como referentes de la desconfianza sino como seres cuyas palabras y hechos hablan por sí solos.


lunes, 1 de septiembre de 2014

Aprovechando las oportunidades

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

La vida siempre está colmada por un sinfín de oportunidades, es decir, momentos propicios que se presentan en nuestro camino y requieren de una decisión y acción inmediata para no dejar pasar la ocasión.

Según el contexto o connotación, hablar de oportunidad es prácticamente hablar de beneficio o situaciones que nos llevarán a elevar nuestro nivel de satisfacción, tanto en lo personal y laboral como en lo económico.
Suelen presentarse en la vida oportunidades para viajar, iniciar un negocio, cambiar de trabajo, casarse o incluso comprar algo a más bajo precio.
En el mundo de los negocios -por ejemplo- hablar de oportunidades es hablar de los aspectos positivos que tenemos que aprovechar utilizando todas nuestras fortalezas.

Puede ocurrir que a veces tenemos una oportunidad a la vista y que por nuestra inexperiencia o temor de emprender algo nuevo, la dejamos pasar. Tras esto suele llegar la frustración o remordimiento, pero también una buena lección para no desaprovechar una nueva oportunidad.

Hay oportunidades que se presentan una sola vez, otras más de una, pero a quienes salen en busca de oportunidades. También solemos anhelar que se presente la misma oportunidad que otrora dejamos pasar, pues esta vez sí estamos convencidos de que ya no la vamos a perder.
Lo cierto es que las oportunidades -en su mayoría- se presentan en determinadas circunstancias o etapas de nuestra vida; por lo tanto, si se presentasen las mismas oportunidades que de jóvenes tuvimos, tal vez ya de viejos sería más difícil aprovecharlas. Difícil, pero no imposible.

Por tales motivos, aprovechemos al máximo todas las oportunidades que se presentan en nuestro diario trajinar, sobre todo aquellos momentos que son más gratificantes para nuestra corta existencia, como una buena plática, ir al cine, tomar un rico café, tocar guitarra o jugar una "pichanguita" con los amigos del barrio o compañeros de trabajo.

Las oportunidades más valiosas son aquellos momentos que disfrutamos siempre con nuestros seres queridos, y no solo en fechas especiales. Aprendamos a aprovecharlas al máximo.


lunes, 25 de agosto de 2014

Un mundo de decisiones

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

Toda nuestra corta existencia está marcada por las decisiones que tomamos. Sean correctas o tal vez equivocadas, son las decisiones las que abren en nuestra vida un mundo de posibilidades, tanto para crecer como para caer en el más profundo abismo.
Una decisión que se constituye en una elección consciente -personal o grupal- en base a criterios, experiencias, motivaciones e incluso creencias es la que definirá nuestro éxito, bienestar y tranquilidad, o quizá todo lo contrario.

Se dice que para tener éxito en la vida hay que tomar las decisiones más acertadas, pero ¿cómo saber si la decisión que tomamos es la más adecuada para nuestros propósitos? Lo cierto es que cada uno de nuestros actos o elecciones debe tener cierto grado de convicción.

Si nos damos cuenta, en todo momento nos encontramos tomando decisiones. Desde que nos levantamos en la mañana ya estamos pensando qué vamos a tomar para el desayuno o qué ropa vamos a usar para ir a trabajar. Ciertamente, hay decisiones que no requieren mayor detenimiento y análisis, como sí las grandes e importantes decisiones.

A veces dudamos en tomar una decisión por temor a equivocarnos, por eso es bueno contar con diversas alternativas para poder elegir la mejor opción. Es necesario también tener información de primera mano, o mejor aun, estar bien informados respecto de los pro y contras de aquello que tengamos que decidir, pues cualquiera sea la situación, tendremos sí o sí que tomar una decisión, nos guste o no.

En algunas ocasiones de la vida nos encontraremos también en momentos decisivos en los que nos urgirá la necesidad de dar una respuesta inmediata para no perder grandes oportunidades. Es cierto que no hay que tomar decisiones a la ligera, pero tampoco hay que pensar mucho para decidirnos en hacer algo. Se dice que a veces las decisiones son como las medicinas: algunas son malas, pero es necesario tomarlas.

Hay situaciones -en el ambiente político, por ejemplo- en las que se hace necesario el asesoramiento de expertos en alguna materia para poder decidir. Incluso nos dejamos influenciar por otras personas -como familiares y amigos- para la toma de decisiones. Siempre es bueno recibir consejos, pero puede resultar catastrófico dejar que otras personas tomen decisiones por nosotros, sobre todo si se trata de temas de índole económico. Que salgan de nosotros mismos y no de otras personas palabras como “el tiempo lo dirá” o “el tiempo me dará la razón”.

Aprendamos en nuestra vida a tomar las mejores decisiones, pues estas son las que nos llevarán a donde queremos llegar, incluso más lejos que nuestras propias habilidades y talentos.


lunes, 4 de agosto de 2014

El sentido de la improvisación

Juan Carlos Calderón Pasco

Por el trajín cotidiano o por la presión de hacer las cosas en plazos determinados nos hemos acostumbrado en la actualidad a recurrir a la improvisación para cumplir con diversos objetivos. Improvisar, que no es otra cosas que realizar algo sin haberlo preparado con anterioridad, constituye hoy en día una valiosa acción para aquellos que -por falta de tiempo o por otro tipo de motivación- no logran planificar aquellas cosas que han pensado ejecutar.

En el ámbito organizacional, no existe el éxito si es que las acciones no se planifican con anticipación. Aquí la improvisación es considerada como una práctica que no va a la par con el desarrollo empresarial. De igual forma en el sector económico y financiero se condena cualquier acción improvisada, porque ella podría generar una crisis de la cual sería muy difícil salir, ya que para esa acción no se han elaborado programas de contingencia o medidas de control.
Está claro entonces que improvisar es la contraparte de planificar, pero no necesariamente significa que la improvisación sea mala, pues para muchos pragmáticos resulta una acción espontánea que se presenta como solución a cualquier coyuntura o conflicto.
Sin embargo, improvisar no es una acción que cualquiera puede realizar, pues en determinadas tareas o circunstancias se requiere tener ciertos conocimientos previos. Así como nadie puede hablar sobre lo que no conoce, nadie puede improvisar sobre algo que no sabe.

Un músico que en cualquier momento puede improvisar una melodía, es considerado como un artista con un nivel superior, cuyo talento linda con el virtuosismo, empero ese nivel de improvisación no se da por arte de magia, sino porque ese músico tiene conocimiento de las técnicas y está preparado para interpretar desde una fácil a una compleja pieza musical.
Ciertamente aquella persona que jamás haya tocado un instrumento o haya recibido clases de teoría musical, estará en condiciones de tocar por ejemplo las teclas de un piano e interpretar alguna piezas cumpliendo algunos criterios de composición.

En otros escenarios como el trabajo, en los quehaceres del hogar surgirá siempre la necesidad de improvisar para resolver desde asuntos domésticos hasta las labores más complejas.

En cualquier actividad que queramos realizar, debemos prepararnos para la improvisación con el fin de resolver con criterio y diligencia algún suceso inesperado. Un sabio consejo es no involucrarnos en asuntos que son ajenos a nuestras competencias pues en vez de ser parte de la solución, podríamos ser parte del problema.

sábado, 26 de julio de 2014

La identidad y el amor a la patria

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

Durante una ceremonia castrense a la que acudieron distinguidas autoridades, un sacerdote reflexionó sobre la pérdida de los valores cívicos y patrióticos. En la paraliturgia, y con la autoridad diocesana que le fue conferida, el prelado aseguró que la identidad de los ciudadanos peruanos es muy pobre, ya que la mayoría se identifica con su distrito, provincia o región y no con su país.
Manifestó -ante la mirada displicente de la concurrencia- que en muchos ciudadanos predomina más el afán regionalista que el sentido de unidad e integridad, actitud que de alguna u otra manera contribuye al resentimiento y la enemistad de los habitantes de este grandioso país llamado Perú.
¿Qué tienen de diferente el norteño con el sureño? ¿Acaso uno es mejor que otro? ¿Acaso todos no somos peruanos?”, cuestionó el religioso en tono reprensivo, mientras los asistentes se miraban extrañados unos a otros ya que no esperaban una reflexión de esa naturaleza, menos de un sacerdote.

Sea de donde venga la reflexión, no deja de ser cierto que en estos tiempos -debido a diversas circunstancias económicas, sociales y culturales- se ha perdido en parte la identidad nacional, y no necesariamente porque nos sintamos regionalistas sino porque nos hemos dejado influenciar por expresiones y corrientes foráneas producto de la globalización y el avance innegable de la tecnología en las comunicaciones.
No está mal ampliar nuestros horizontes, conocer gente nueva, aprender de otras culturas y estilos de vida, pero de allí a sentirnos identificados con cosas ajenas a nuestra esencia, resulta desde todo punto de vista cuestionable.
Hablar de identidad es hablar de sentimiento, y estar plenamente identificados con nuestra tierra es esencialmente una demostración de amor y respecto.

Suele existir un descontento cotidiano por la crisis de moralidad y corrupción que se ha enquistado en el aparato estatal, por la falta de oportunidades, la inseguridad y el desempleo, pero como herederos de una nación pujante tenemos la oportunidad de aportar con un granito de arena para construir cada día un Perú mejor.
No se trata de cantar más fuerte el himno nacional, tampoco de llevar una escarapela en el pecho o izar el pabellón nacional por temor a una multa. Se trata de convicción de querer hacer las cosas cada vez mejor, y esa convicción no está fuera sino dentro de nosotros mismos.

En vísperas de un nuevo aniversario de la independencia nacional, del cumpleaños 193 de la vida republicana del Perú, aprendamos primero a querer lo nuestro, a sentirnos orgullosos de nuestro terruño y de su gran legado histórico. ¡Viva el Perú!


sábado, 19 de julio de 2014

El sinónimo de la prosperidad

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

Este era un niño que solía caminar diariamente unos dos kilómetros para llegar a su escuela. Su entusiasmo por comprarse el juguete de moda lo animaba a ahorrar cada centavo que su madre le daba para el pasaje. Con apenas ocho años de edad ya había sido instruido acerca del ahorro, pero su alegría fue mayor cuando le regalaron un alcancía con forma de cerdito y le explicaron que en la pequeña ranura debía depositar las propinas que recibía o el dinero que no había gastado en alguna golosina.

Como este pequeño, muchas personas se sienten o se han sentido motivadas a ahorrar parte de sus ingresos con el fin de satisfacer un gusto, atender una eventualidad o simplemente guardar dinero a largo plazo para comprarse una casa, un carro o realizar un viaje soñado.
Sea cual fuese la motivación, muchos coinciden en que el ahorro es progreso, ya que si esta disciplina o hábito se complementa con el trabajo concienzudo, más familias tendrían prosperidad económica e incluso se formarían nuevos ricos.

Para los japoneses, por ejemplo, el ahorro se ha convertido desde hace muchas décadas en una disciplina familiar, muy importante para el desarrollo y crecimiento. ¿Cómo así los japoneses con una edad promedio de 40 años son grandes empresarios, dueños de muchos negocios y propiedades? Pues solo a través del ahorro.
Y es que los ciudadanos japoneses entre los 18 y 20 años de edad pasan a formar parte de la población económicamente activa y desde el momento que comienzan a ganar dinero, ahorran entre el 10% y 20% de sus ingresos. Es un fondo intangible, pues no se toca, no se gasta ni se mira; es más, se da por hecho que no existe.

Así transcurren 20 o 25 años y recién entonces los japoneses recurren a sus ahorros, pero no para gastarlos en alguna vanidad de la vida. Con todos los intereses ganados, estos ahorros pasan a convertirse en un capital de trabajo y se invierten en un negocio previamente planificado que poco a poco comienza a generar jugosas rentas. Es a partir de estas ganancias que comienzan a llegar el carro, la casa y el viaje soñado.
A simple vista parece fácil, pero lo cierto es que detrás de todo este proceso existe mucha, mucha disciplina. Ahorrar no solo es saber guardar sino saber gastar.

Dejando de lado el ejemplo de los ciudadanos del país del sol naciente, está claro que el ahorro es sinónimo de prosperidad, aunque para algunos escépticos es mejor gastar y disfrutar el día a día, ya que mañana no se sabe si seguiremos “vivos”. Así como hay consumidores compulsivos o básicamente despilfarradores, también hay quienes no comen un plátano por no botar la cáscara.

Sin ir al extremo de las cosas, procuremos cultivar el hábito del ahorro evitando romper el “chanchito” que tenemos en casa o gastando más de lo debido en cosas vanas e insulsas. Un gran secreto es no comprar nada inútil con el pretexto de que es barato. Busquemos el equilibrio entre el desarrollo personal y la prosperidad económica a través del ahorro. El reto está en cada uno de nosotros.


viernes, 27 de enero de 2012

El tic tac del tiempo

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

Un inquieto y curioso escolar llamado Sergio Silva, con apenas ocho años edad deliberaba en forma insistente acerca de la vida y el tiempo. Pese a su corta existencia, solía inquietarse por tener que esperar muchos años para ser grande. Cursando aún el tercer grado de educación primaria, se desesperaba por terminar el colegio para poder ingresar luego a la universidad, ser un profesional y dedicarse a trabajar.


Pese a sus denodados esfuerzos para que el tiempo -según él- transcurriera diligentemente, éste no pasaba, o simplemente se demoraba en pasar. Cada día se convencía más de que el tiempo transcurría más lento que una tortuga. Un día le parecía como un año, o como un año luz. No avanzaba de acuerdo a sus intereses. “¿Cuándo seré grande? ¿Cuándo terminaré la primaria, la secundaria? ¿Cuándo trabajaré? ¿Cuándo me casaré? ¿Cuándo? ¿Cuándo? ¿Cuándo?”, se cuestionaba el párvulo.

Repentinamente, el tiempo transcurrió, eso nunca dejó de suceder. Actualmente el pequeño, que ya no es tan pequeño (en realidad es un adulto), se recrimina por haber pensado que el tiempo transcurría lentamente. Ciertamente, el tiempo no transcurre rápido ni lento, sólo transcurre. Sin embargo, añoraba volver a su época de escolar, a sus años de juventud. Deseaba eso de todo corazón pero de desilusionaba al saber que era absolutamente imposible.

Intentó por momentos detener el tiempo, pero tampoco pudo. Por más que detuviera un reloj el tiempo nunca dejaba de hacer tic tac. Ahora un año le parecía como un día, y un día se le iba más rápido que un billete de cien nuevos soles. En tal sentido, comprendió que el tiempo más que oro es un gran tesoro y por ende tenía que aprender a valorarlo mucho más.

En la vida quizá nos han enseñado que así como el tiempo, la piedra arrojada o la flecha lanzada jamás regresan. Esto es cierto en un sentido retórico, mas no en un contexto real. Sin haber herido a nadie, puedes recoger la misma piedra o flecha que arrojaste y volverla a lanzar cuantas veces quieras, puedes. Lo que no puedes es volver a traer el tiempo que dejaste pasar, no puedes.

Por eso, mientras tengamos vida, estamos todavía a tiempo de enmendar nuestro camino para evitar que se nos escurra como agua entre los dedos. Sin intentar ganarle y tampoco esperarle, hagamos que el tiempo sea nuestra mejor compañía y nuestro más grande tesoro.

lunes, 23 de enero de 2012

Todo sucede por algo

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

Muchas veces en nuestra vida nos han ocurrido cosas que nos han afectado profundamente. Hechos fortuitos o sucesos inesperados, que nos han provocado dolor, tristeza y desesperanza. Acontecimientos como la partida de un familiar, la pérdida de un trabajo, un accidente doméstico, un proyecto cancelado repentinamente o la ruptura de una relación amorosa, nos han abatido, abrumado y hasta nos han destrozado el corazón.


Tal vez hayamos sentido que el mundo se nos vino encima. La carga es difícil de llevar. La impotencia nos lleva a la desesperación. Lloramos, renegamos, nos golpeamos la cabeza contra la pared y tratamos de buscar culpables. Queremos también buscar el por qué y nos sentimos mucho más vacíos al no encontrar respuestas. Definitivamente, no hay nada que pueda sosegarnos; es lo que creemos en ese momento.

Sin embargo, trascurre el tiempo y nos damos cuenta, que aquellas circunstancias desfavorables tuvieron una razón de ser. Todo sucedió por algo. Todo en la vida sucede por algo, y por algo bueno. Quizá hoy tengamos que llorar, pero mañana nos tocará reír. Como reza un adagio popular: “No hay mal que por bien no venga”; o mejor aún: “No hay mal que dure cien años. Tampoco cuerpo que lo resista”.

Como seres humanos debemos saber y reconocer que la vida suele presentarnos pruebas, problemas y conflictos. ¿Hasta dónde somos capaces de soportar? ¿Qué somos capaces de hacer para superar la adversidad? Las respuestas a estas interrogantes están dentro de nosotros mismos.

Lo cierto de todo es que bajo cualquier circunstancia el tiempo será nuestro mejor aliado. Suele ocurrir (bueno, casi siempre ocurre), que aquellos instantes que nos ha tocado sufrir, se convierten luego en simples e irrisorios anécdotas. Entonces, si después de la tormenta siempre llega la calma, aprendamos a ver el lado positivo de aquello negativo que nos sucede.

jueves, 12 de enero de 2012

Los momentos irrepetibles

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

Cada momento es irrepetible. Cada segundo, cada minuto de nuestra corta existencia es irrepetible. Podríamos haber pasado varias navidades en casa, podríamos haber viajado varias veces al mismo lugar, o podríamos haber cenado el mismo plato, en el mismo restaurante y en reiteradas ocasiones, sin embargo, es totalmente seguro que ninguno de esos instantes se ha repetido.


Los momentos son irrepetibles no sólo porque cambian las fechas, sino los escenarios e incluso las personas que nos acompañan. Por lo tanto, si los momentos son irrepetibles, es evidente que de aquí en adelante nada será igual, o simplemente, todo será diferente.

Si gustas puedes regresar al colegio donde estudiaste, a la universidad, o al barrio donde pasaste los primeros años de tu infancia, puedes volver, y repito, puedes. Pero es inevitable que te des con la sorpresa de que las cosas han cambiado y que los amigos o personas que conociste ya no están. Tal vez te topes con algunos de ellos, te alegrarás de verlos, pero a la vez te atrapará la nostalgia de saber que el tiempo ha pasado y que aquellos momentos que viviste jamás volverán.

En ocasiones solemos afirmar que lo pasado fue mejor, aunque de forma repentina cambiamos de parecer y deseamos que nuestro futuro sea mejor. Sea como fuese, debemos saber que en algún momento nuestro futuro será pasado y que el pasado será olvidado.

Por ello, para evitar dilemas entre lo que fue y lo que vendrá, concentrémonos en el momento presente, en las experiencias que hoy podemos disfrutar, como escuchar música, aquella que nos gusta. Tomar un café caliente, con alguien que nos gusta. Pasear, viajar, leer, conversar o hacer aquellas cosas que sean las más gratificantes para nuestro ser.

Abracemos este momento, valorémoslo, y sobre todo, vivámoslo, porque el momento que hoy tenemos será indiscutiblemente, irrepetible.

domingo, 8 de enero de 2012

Los días memorables

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

Todos tenemos días memorables, momentos especiales registrados en nuestra mente que tienen un valor personal, emotivo o sentimental. Estos momentos inolvidables pueden ser el día de nuestro cumpleaños, es una fecha muy significativa para nosotros que jamás podríamos olvidar.


Otros días memorables son el cumpleaños de nuestros padres, hermanos y amigos. El día que ingresamos a la universidad, el de nuestra graduación, el de nuestro primer viaje al extranjero, o incluso el día que dimos el primer beso a nuestra pareja.

Sean cuales fuesen nuestros días memorables, debemos saber que cualquier día de nuestra rutina puede ser memorable, es decir, recordable, inolvidable y trascendental.
Excepto por los días de cumpleaños, (Determinados así por voluntad divina), podemos hacer que los días de nuestra existencia sean memorables, ¿Cómo así?

Realizando aquello que siempre quisimos y que sería gratificante para nuestra vida, pero que por diversas circunstancias no pudimos iniciar y muchos menos, terminar.

Podemos hacer memorable el día que realicemos el viaje soñado, el día que terminemos un proyecto personal, el día que escribamos nuestro primer libro o el día que tomemos una clase de baile y aprendamos el ritmo que nos gusta.

Podemos hacer incluso una lista de nuestros días memorables y trabajar para que esa lista vaya en aumento, anotando aquellas cosas que realizamos y que trascienden para bien en nuestras vidas. Incluso aquellos días que fueron desagradables o desafortunados para nosotros, pueden ser memorables en el sentido de convertirse en un aliciente que nos impulsa a emprender cosas nuevas.

Procuremos pues dar un significado mucho mayor a nuestra existencia, dejando huella al andar, para que lo que hagamos hoy, perdure a través del tiempo. Haz que tus días sean memorables para que tu vida sea memorable.

sábado, 31 de diciembre de 2011

Un año más, un año menos…

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

Nunca me gusta decir Adiós, sospecho que es un término definitivo. Prefiero decir ¡Hasta pronto! ¡Nos vemos luego! ¡Te veo más tarde! Presiento que son frases más alentadoras. Sin embargo hoy, faltando pocos segundos para que acabe el día, será inevitable decir Adiós. Será definitivo, no habrá marcha atrás, este año 2011 se va y no volverá.



Para muchos, incluyéndome, esta despedida nos llena de nostalgia. Nunca he estado ansioso porque un año se acabe, al contrario quisiera que el tiempo se detenga. Pero como ya dije, es inevitable.

Por eso, sólo nos queda rememorar brevemente aquellos gratos momentos que la vida nos regaló en el aún presente año. Mi más grata experiencia fue contemplar la grandeza de Machu Picchu (Mayo 22). ¿Cuál fue la tuya?

Sin duda que tenemos mucho que contar, cada uno de los 365 días que dejamos atrás, podría ser la página de un libro, en mi caso del tomo 32. Ahora se escribirá una nueva página, un nuevo capítulo de nuestra vida y todos esperamos con bastante optimismo que sea mejor que el capítulo anterior.

¡Adiós 2011! Gracias por la vida, por mis padres, mis hermanos y la salud de mis queridos abuelos. Gracias por los amigos, por los viajes, por los gustos y disgustos. Gracias por la música que grabé, por la guitarra, mi fiel compañera. Por los 15 kilos de peso que bajé, por las partidos de fulbito (“pichanguitas”) que jugué. ¡Gracias!
Siempre supe que un día más era un día menos, hoy es oportuno decir, que un año más es un año menos, aun así, ¡Gracias!

Ciertamente, el futuro no está a nuestro alcance, pero la vida continúa, y así como viene hay que vivirla intensamente, con sus alegrías y tristezas, con sus aventuras y desventuras, con sus éxitos y fracasos.

Ahora gracias Dios por darnos la oportunidad de recibir un nuevo año, de poder saludarlo, darle la bienvenida y hasta poder abrazarlo. Esperamos de todo corazón que sea Feliz, Venturoso y Próspero… ¡Hola 2012! ¿Cómo estás? ¿Qué sorpresas me traes? Adelante, toma asiento ¿Te ofrezco algo?

sábado, 24 de diciembre de 2011

La niña que mató a Papá Noel

Por: Juan Carlos Calderón Pasco
A muchos de nosotros, durante nuestra niñez, se nos contó acerca de un viejito bonachón con traje rojo y barba blanca que traía regalos por Navidad, y que ingresaba a las casas a través de la chimenea. Nuestros padres nos solían decir, que si nos comportábamos bien y que si hacíamos todas nuestras tareas, este legendario personaje llamado Papá Noel, nos traería un hermoso regalo, aquel que siempre soñamos o aquel que habíamos visto por la televisión.



Aun cuando casi siempre encontrábamos nuestro regalo bajo un árbol navideño, conforme pasaban los años, el apego por este personaje también llamado Santa Claus, San Nicolás o Viejo Pascuero, iba decayendo en virtud de que nunca lo pudimos conocer o al menos, ver viajando en su trineo, tal como nos habían contado. Ya de grandes supimos la verdad sobre el gordito de barba blanca.

Pero esta es la historia de una niña de seis años, que pese a su corta edad se sentía decepcionada de Papá Noel porque nunca le había traído un regalo en Navidad. Esta pequeña llamada Thalía, pensaba que Santa Claus siempre se acordaba de todos los niños menos de ella. Por eso antes de que llegara otra Navidad y para no sentirse nuevamente triste y decepcionada, decidió matar a Papá Noel.

La decisión fue dura de tomar. La párvula tuvo que cavilar demasiado. Muchas veces pensó que Papá Noel tal vez se acordaría de ella en las siguientes navidades. “Y si pasan varias navidades y Papá Noel no se acuerda de mí, ¿qué pasará conmigo?”, se preguntó muy acongojada la pequeña Thalía, tras admitir que dentro de unos cuantos años más ella dejaría de ser una niña, por lo que ya no tendría sentido que Papá Noel le traiga un obsequio.

Es así que para acabar con su sufrimiento, eliminó de su mente a Papá Noel. Decidió borrarlo. Dejó de existir. Con esto, ella ya no tendría que esperar por un regalo en esta Navidad. Ahora se sentía libre y tranquila, y mucho más al saber que el principal protagonista de la Navidad, no es Papá Noel, sino el Niño Jesús.

Conociendo esto, la niña centró su atención en Jesús el Hijo de Dios, y no para recibir un regalo, sino con la inocente convicción de que con su nacimiento, el mundo tendría paz, esperanza y amor.

Por eso en esta Navidad, centremos nuestra esperanza en Jesús. No digo con esto que matemos a Papá Noel. Aun siendo grandes pienso que todo llevamos un niño dentro de nosotros y para muchos este gordito bonachón acaparó en la infancia todas nuestras expectativas.

Sólo sigamos soñando, sigamos, creyendo, sigamos teniendo fe. El Niño Jesús vino al mundo para salvarnos, para darnos paz y tender un puente entre el hombre y Dios. No olvidemos al principal protagonista, es él quien tiene que nacer en nuestros corazones.

¡Feliz Navidad a todos! Y que abunde la dicha y armonía en vuestros hogares.

martes, 13 de diciembre de 2011

El verdadero significado de la Navidad

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

La gente camina bastante apurada. El tráfico en las calles se vuelve insoportable. Los centros comerciales lucen saturados. Se acortan los días para la compra de regalos. Las luces, el nacimiento, los villancicos, el pan de pascua. El árbol, el pavo, las tarjetas, el aguinaldo, son detalles que copan nuestra atención a vísperas de la Navidad.


En esta época la fe cristiana se apresta a celebrar una de sus fiestas más importantes, con el propósito de recordar el nacimiento del niño Jesús, el hijo de Dios. La fecha es propicia para fomentar la unión familiar, el amor, la paz, y la esperanza. El mundo se ve mejor al brotar en hombres y mujeres, sentimientos de bondad y altruismo.

Todos estos detalles son perfectos: Las luces iluminan y alegran nuestras casas, los villancicos deleitan y endulzan el alma y el pavo satisface nuestro apetito. Sin embargo, hay algo más sublime y esencial en esta celebración que todos los creyentes debemos tener en cuenta. Se trata de la inmensa bondad de Dios al mandar a su hijo unigénito, Jesús, para salvar al mundo del pecado. Este es el verdadero significado de la Navidad.

Por eso cuando decimos y deseamos ¡Feliz Navidad! estamos anhelando a nuestro prójimo que el niño Jesús nazca en su corazón. No nos olvidemos esta preciada consigna, aun si muchos cuestionan que el 25 de Diciembre sea la verdadera fecha del nacimiento de Cristo. Desear a alguien ¡Feliz Navidad!, sabiendo lo que realmente significa, es todavía más importante.

Que la venidera Navidad, sea un tiempo de paz y regocijo, meditación y esperanza. Que la televisión no nos haga creer que para tener la mejor Navidad hay que hacer las mejores compras en los supermercados. Recordemos que Jesús, el hijo de Dios, nació en un pesebre allá en Belén, mostrando con ello humildad, ternura y amor.

sábado, 3 de diciembre de 2011

El niño preguntón

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

Este era un niño a quien le gustaba hacer preguntas. Por naturaleza todos los niños son curiosos, siempre hacen preguntas, y con ello, aprenden y descubren nuevas cosas. Pero este niño nunca dejaba de preguntar; a sus padres, sus maestros, a sus amiguitos de la escuela y del barrio. ¿Por qué el cielo es azul? ¿Por qué vuelan los aviones? ¿Existe Papa Noel? ¿Por qué los perros hacen “guau guau” y los patos “cua cua”? ¿Quiénes son los extraterrestres? ¿De dónde salen los bebés?

Las interrogantes de este niño eran tan simples pero complejas a la vez que no siempre eran resueltas por sus interlocutores. Éstos incluso solían recurrir a la mentira para satisfacer la extrema curiosidad del párvulo, quien además se ganó el apelativo de “niño preguntón”.

Siendo ya adolescente, el “niño preguntón” dejó de hacer preguntas, y no porque conociese todas las respuestas, al contrario, cada día que dejaba de preguntar tenía mucho más dudas que antes. La razón de su silencio fue porque desconfiaba de la credibilidad de las respuestas. Y no era para menos, cuando dejó de ser niño se enteró que Papa Noel no era quien dejaba los regalos junto al árbol de navidad y que las cigüeñas no traían a los bebés.

Más adelante, el “niño preguntón” ingresó a la universidad y estudió la carrera de Periodismo. Luego, cuando comenzó a ejercer su profesión, se complacía por hacer preguntas a sus entrevistados. Era el trabajo perfecto, hacía lo que le gustaba y encima le pagaban por ello.

Con el tiempo, el “niño preguntón” comprendió que no siempre encontraría respuestas a todas las interrogantes que hacía, y era porque no todos los entrevistados respondían con la verdad. Otros evadían las respuestas y algunos simplemente desconocían el tema.

Todos hemos llevado o llevamos aún la esencia de este “niño preguntón”, y hemos llegado a la conclusión de que la vida está hecha de interrogantes de las cuales muchas tendrán respuestas y muchas otras, no, y que por más que nos esforcemos en buscarlas, sencillamente no las encontraremos. Este es el misterio de la vida.

En ocasiones tras satisfacer una pregunta se nos abrirán nuevos cuestionamientos. También recibiremos respuestas que no siempre estarán hechas de acuerdo a nuestra conveniencia o intereses y finalmente, nos daremos cuenta que las respuestas que buscamos no siempre estarán en el mundo exterior, sino dentro de nosotros mismos.

domingo, 27 de noviembre de 2011

El poder terapéutico de los abrazos

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

Leí un interesante librito, “Abrázame”, escrito por Katheleen Keating. El libro trata sobre los abrazos, o la “abrazoterapia”. Habla del efecto terapéutico que tienen los abrazos. Nos señala que un abrazo es agradable, ahuyenta la soledad, aquieta los miedos, abre la puerta a los sentimientos, demora el envejecimiento (los abrazantes se mantienen jóvenes por más tiempo), ayuda a dominar el apetito (Comemos menos cuando nos alimentamos con abrazos).


“Abrazar es un instinto, una respuesta natural a los sentimientos de afecto, compasión, necesidad y alegría. El abrazo es una forma muy especial de tocar, que hace que uno se acepte mejor a sí mismo y se sienta mejor aceptado por los demás. En su forma más elevada abrazar es también un arte.”

El abrazo alivia las tensiones, combate el insomnio, mantienen en buen estado los músculos de brazos y hombros, es un ejercicio de estiramiento para los de poca estatura, y un ejercicio de flexión para los altos. Es muy democrático, cualquiera es candidato a un abrazo. Hace más felices los días felices y hace soportables los días insoportables. También menciona que el abrazo terapéutico es un proceso de curación mutua. (En realidad, abrazante y abrazado desempeñan papeles intercambiables de afecto y estima).

“Como abrazoterapeutas, estamos propensos a soltar el niño que llevamos dentro, necesitados de amor, seguridad, apoyo, cariño y juegos, de igual forma las personas que nos rodean nos ofrecen las mismas necesidades”. Keating añade “Los abrazos no deberían quedar sólo para ciertas ocasiones, como las reuniones familiares, los cumpleaños o el festejo de un gol”.

Por este efecto benéfico y saludable de los abrazos, la autora sugiere organizar el Instituto de la Abrazoterapia. “Sería fácil asociarse, sólo bastaría creer en el verdadero poder del abrazo”.

lunes, 15 de febrero de 2010

La diferencia nos hizo amigos



Una vez, a cinco pintores, se les propuso un gran proyecto: trabajar en común para una gran exposición pictórica que tendría lugar con motivo del Año Nuevo.




Dicho y hecho. Los profesionales de la pintura se pusieron manos a la obra. Lo cierto es que, el evento, levantó gran expectación en la localidad elegida.










Todos los habitantes de aquella población hablaban de lo distintos que eran los pintores y que, precisamente por ello, la ocasión habría de ser aprovechada por ellos y por otros tantos hombres y mujeres de la zona.




Pero, un buen día, a punto de abrise la exposición los pintores comenzaron a discutir sobre los colores que usaban unos y otros, sobre los temas elegidos, sobre el marco que adornaba el cuadro de cada uno.




En definitiva...cayeron en una gran discusión a cuenta de "las diferencias" en su pintura. El conflicto trascendió a la calle. Y toda la ilusión y el entusiasmo que habían puesto los moradores de aquel pueblo se fueron desvaneciendo. ¡Cómo es posible que sean incapaces de ponerse de acuerdo!. Exclamaban.




Por la tarde, cuando estaban a punto de recoger los bártulos, y marcharse los pintores cada uno a su casa de repente, un niño, se coló por una ventana y dijo: "¡uy.. qué cuadros tan diferentes y tan bonitos todos.... no había visto nunca una cosa igual". Los profesionales de la pintura se miraron sonrrojados, unos a otros, y abrazándose y riéndose de sí mismos dijeron: "es verdad... es mucho más lo que esperan de nosotros, y lo que descubren en nuestras diferencias que lo que nosotros discutimos de ellas".





A partir de allí, la exposición llevó este título: "La diferencia nos hizo amigos".

viernes, 29 de enero de 2010

La cuota inicial

Una Señora soñó que llegaba al cielo y que, junto a las ciento veinte mil personas que mueren cada día, estaban haciendo fila para saber cuál era su destino eterno.

De pronto apareció San Pedro y les dijo: “Vengan conmigo y les mostraré en qué barrio está la casa que le corresponde a cada uno. Aquí la única cuota inicial que se recibe para su habitación eterna es la CARIDAD, traducida en obras de misericordia, comprensión, respeto por los demás, interés por la salvación de todos “.

Los fue guiando por barrios primorosos, como ella jamás hubiera pensado que pudieran existir. Llegaron a un barrio con todas las casas en oro; puertas doradas, techos dorados, pisos de oro, muros de oro. Qué maravilla …

San Pedro exclamó: ” Aquí todos los que invirtieron con mucho dinero en ayudar a los necesitados; aquellos a quienes su amor a los demás sí les costó en la tierra”. Y fueron entrando todos los generosos, los que partieron su pan con el hambriento y regalaron sus vestidos a los pobres y consolaron a los presos y visitaron enfermos.

La Señora quiso entrar pero un ángel la detuvo diciéndole. ” Perdóneme, pero usted en la tierra no daba sino migajas a los demás. Jamás dio algo que en verdad costara, ni en tiempo, ni en dinero, ni en vestidos… este barrio es solamente para los generosos”. Y no la dejó entrar.

Pasaron luego a otro barrio de la eternidad. Todas las casas construidas en marfil. Qué blancura, qué primor. Los pisos de marfil, los techos de marfil.

La Señora se apresuró para entrar a tan hermoso barrio pero otro ángel guardián la tomó del brazo y le dijo respetuosamente: “Me da pena pero este barrio es únicamente para aquellos que, en el trato con los demás fueron delicados, comprensivos y bondadosos. Y usted era muy dura, falsa y criticona, y a veces hasta grosera en el trato con los demás”. Y mientras todos los que habían sido exquisitos en sus relaciones humanas, entraban gozosos a tomar posesión de sus lujosas habitaciones, la pobre mujer se quedaba por fuera, mirando con envidia a los que iban entrando a tan esplendoroso barrio. Le faltaba la cuota inicial… haber tratado bien a los demás.

Siguieron luego a un tercer barrio. Aquello era lo máximo en luminosidad y belleza. Todas las casas eran de cristal. Pero de unos cristales excepcionalmente brillantes y hermosos. Paredes de cristales multicolores, techos de cristales refractarios, ventanas de cristales que parecían arco iris.

La Señora corrió a posesionarse de una de aquellas maravillosas habitaciones, pero el ángel portero la detuvo y le dijo muy serio: “En su pasaporte dice que usted no se interesó por enseñar a las personas que estaban a su alrededor, el camino del bien, la verdad y este barrio es exclusivamente para las personas que ayudan a los otros a buscar la felicidad. Aquí se cumple lo que anunció el Profeta Daniel: ” Quienes enseñen a otros a ser buenos, brillarán como estrellas por toda la eternidad”. Y usted nunca se preocupó porque las personas que con usted vivían se volvieran mejores. Así que aquí no hay casa para usted. Le falta la cuota inicial… Haber ayudado a los otros a cambiar.

Entristecida la pobre mujer veía que entraban muchísimas personas radiantes de alegría a tomar posesión de su habitación eterna, mientras ella, con un numeroso grupo de egoístas eran llevadas cuesta abajo a un barrio verdaderamente feo y asqueroso. Todas las habitaciones estaban construidas de basura. Puertas de basura. Techos de basuras. Los gallinazos sobrevolaban sobre aquella hediondez; ratones y murciélagos rondaban por allí… Ella se puso un pañuelo en la nariz porque la fetidez era insoportable y quiso salir huyendo, pero el guardián del barrio le dijo con voz muy seria: “Una de estas casas será su habitación; puede pasar a tomar posesión de ella”. La angustiada mujer gritó que no, que era horrible. Que no sería capaz de habitar en ese montón de basuras. Y el ángel le respondió: “Señora, esto es lo único que hemos podido construir con la cuota inicial que usted envió desde la tierra. Las habitaciones de la eternidad las hacemos con la cuota inicial que las personas mandan desde el mundo. Usted solamente nos enviaba cada día egoísmo, maltrato a los demás, murmuraciones, críticas, palabras hirientes, tacañerías, odios, rencores, envidias. ¿Qué más podríamos haberle construido? Usted misma nos mandó el material para hacerle su ” MANSIÓN “.

La mujer empezó a llorar y a decir que no quería quedarse a vivir allí y de pronto, al hacer un esfuerzo por zafarse de las manos de quien la quería hacer entrar en semejante habitación, dio un salto y se despertó. Tenía la almohada empapada de lágrimas… Pero aquella pesadilla le sirvió de examen de conciencia y desde entonces empezó a pagar la cuota inicial de su casa en la eternidad. Generosidad con los necesitados, bondad en el trato con los demás, preocupación por enseñar a otros el camino del bien.

¡Qué tal si empezamos a pagar LA CUOTA INICIAL !

martes, 29 de diciembre de 2009

El zapatero

Dios entró en la tienda le dijo: soy tan pobre que no tengo ni siquiera otras sandalias; y como ves están rotas e inservibles. ¿Podrías tú reparármelas por favor?, no tengo dinero aquí, pero te puedo dar lo que quieras si me las arreglas.El zapatero con mucha desconfianza dijo: ¿Me puedes dar tu el millón dedólares que necesito para ser feliz?
Dios le dijo: Te puedo dar 100 millones de dólares. Pero a cambio me debesdar tus piernas... El zapatero dijo: ¿Y de que me sirven los 100 millones si no tengo piernas?

Señor volvió a decir: Te puedo dar 500 millones de dólares, si me das tusbrazos. El zapatero respondió: ¿y que puedo yo hacer con 500 millones si no podríani siquiera comer yo solo?

El Señor habló de nuevo y dijo: Te puedo dar 1000 millones si me das tusojos. El zapatero solo dijo: ¿Y dime; que puedo hacer yo con tanto dinero si nopodría ver el mundo, ni poder ver a mis hijos y a mi esposa para compartircon ellos?

Dios sonrió y le dijo: Ay hijo mío, como dices que eres pobre ¿; si te he ofrecido ya 1600 millones de dólares y no los has cambiado por las partes sanas de tu cuerpo! Eres tan rico y no te has dado cuenta.

Sólo pensemos hoy en todo lo que podemos agradecer a Dios, y démosle gracias pues es El quien nos ha dado la salud. No pidamos tanto dinero, pues es mejor tener todo nuestro cuerpo sano a tener todo el dinero del mundo.

jueves, 24 de diciembre de 2009

La primera Navidad

Mientras todos los niños ayudaban en sus casas en los preparativos para la Nochebuena, Pedro, de 7 años de edad, trabajaba en la joyería de Don Juan para ayudar con el sostenimiento de su casa. Don Juan era un joyero de mucho dinero, pero al mismo tiempo, un hombre sin familia, a quien solamente le importaba el dinero y miraba a Pedro como un simple trabajador más no como un niño.

El día de Navidad Pedro quería retirarse temprano del trabajo para comprar algunas cosas para la cena y ayudar a su mamá. Contemplando en la ventada como algunos niños jugaban, Pedro escuchó un grito que lo hizo temblar:

- ¡Pedro!, gritó Don Juan.
- Si señor, respondió él
- ¿Qué haces mirando por la ventana? Aún no terminas tu trabajo.
- Pedro contestó:¡Hoy es navidad! hoy es el cumpleaños del niño Jesús, hoy es un día muy especial.
- ¡Pues a mi no me importa! ¡Crees que hoy vas a poder escaparte mas temprano de tus deberes, trabaja mejor!, replicó
- Pero Don Juan, hoy quería comprar algunas cosas para la cena de navidad, suplicó el niño.
- ¡Para la cena de Navidad!, se burló el joyero. Tú lo único que quieres es escaparte mas temprano. Hoy es un día común y corriente; mejor sigue trabajando si quieres mantener tu empleo.
- Si don Juan, contestó Pedro muy triste.

El niño continuó trabajando, con lágrimas en los ojos. Su corazón estaba muy triste y angustiado y temía que Don Juan no lo dejase pasar Navidad junto a su familia. En medio de ese aterrador pensamiento, elevó una plegaria a la Virgen María pidiéndole su intercesión para que pudiese pasar una linda Navidad con su familia.

Poco después, Don Juan, inesperadamente, gritó tan fuerte que casi se le sale el corazón a Pedro.

- ¡Pedro, Pedro ven apúrate! - gritaba el joyero horrorizado.
- Don Juan ¿que le pasa? preguntó
- Don Juan asustado abraza a Pedro y le dice: "Vi un fantasma, vi un fantasma!
- Pedro miró para todos lados en la habitación de Don Juan y no vio nada.
- Cálmese, dijo. Yo no veo nada.
- ¿Me estas tratando de mentiroso?, exclamó el anciano.
- No don Juan, disculpe no quise decir eso.
- ¡Sigue trabando mejor!, fue una pesadilla ¡sigue trabajando!

Don Juan seguía atemorizado por lo que según él había visto. No queriendo permanecer ni un momento solo se le ocurrió pedirle a Pedro que se quedara con él hasta bien entrada la noche. "Por si acaso", pensó. Don Juan llamó al niño y le dijo:

- Pedro, necesito que hoy te quedes hasta más tarde.
- Pero señor, hoy es navidad y mi familia me esta esperando.
- ¡Pedro te pago el doble!
- Pero Don Juan, ya tengo casi terminado mi trabajo y debo ir a casa.

Don Juan no le quería confesar que estaba asustado y el niño lo sabía, pero él se resistía a quedarse porque era Navidad. Entonces, se le ocurrió una magnífica idea: "invitar a Don Juan a su casa a pasar la navidad".

- Don Juan: lo invito a pasar la Navidad con nosotros para que no se quede solo.
Don Juan estaba emocionado por el ofrecimiento de Pedro, ya que nadie lo invitaba a su casa. por lo que sin pensarlo… aceptó.

Cuando llegaron a la casa de Pedro, Don Juan se quedó muy impresionado porque en esa humilde casa, había mucha alegría y generosidad.

Don Juan sonrió como nunca lo había hecho, se dio cuenta que nunca había tenido una Navidad y ahora la compartía con una familia muy sencilla y amable. Sus mejillas se sonrojaron y sobre ellas rodaron muchas lágrimas de la emoción y felicidad que sentía.

Al final de la noche, Don Juan se comprometió a ser más justo y considerado con el niño, y a desprenderse de sus bienes a favor de los más necesitados.