viernes, 16 de octubre de 2009

Rayito de sol


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Érase una vez una niña llamada Elsa. Tenía una abuela muy vieja, de cabello blanco, con arrugas en todo el rostro. El padre de Elsa tenía una gran casa en una colina. Todos los días el sol asomaba por las ventanas del sur. Todo lucía brillante y hermoso. La abuela vivía en el lado norte de la casa. El sol nunca entraba en su habitación. Un día Elsa dijo a su padre: -¿Por qué el sol no entra en la habitación de la abuela? Sé que a ella le gustaría recibirlo.


-No hay sol en las ventanas del norte –dijo su padre.
-Entonces giremos la casa, papá.

-Es demasiado grande para eso –dijo su padre.

-¿La abuela nunca tendrá sol en su habitación? –preguntó Elsa.

-Claro que no, hija, a menos que tú puedas llevarle un poco.

Después de eso Elsa trató de pensar en modos de llevarle un rayo de sol a su abuela. Cuando jugaba en los campos, veía la hierba y las flores ondulantes. Los pájaros cantaban dulcemente mientras volaban de árbol en árbol. Todo parecía decir: Amamos el sol: Amamos el radiante y cálido sol. “La abuela también lo amaría –pensaba la niña-. Debo llevarle un poco.”

Una mañana cuando estaba en el jardín sintió los cálidos rayos del sol en su cabello dorado. Se sentó y los vio en su regazo.
-Los juntaré en mi vestido –se dijo-, y los llevó a la habitación de la abuela. –Se levantó de un brinco y entró en la casa a la carrera.
-¡Mira, abuela, mira! Aquí te traigo rayos de sol –exclamó. Y abrió el vestido, pero no había un rayo a la vista.

-Asoman por tus ojos, mi niña –dijo la abuela-, y brillan en tu cabello brillante y dorado. No necesito el sol cuando te tengo conmigo.

Elsa no entendía cómo el sol podía asomar por sus ojos, pero le alegró hacer feliz a su abuela. Todas las mañanas jugaba en el jardín. Luego corría a la habitación de su abuela para llevarle el sol en los ojos y el cabello.

1 comentario:

  1. Hermoso relato de reflexión, la mezcla de la inocencia de una niña y los enormes deseos de confortar a su ser querido[la abuela] esa dulzura entregada.

    No sé como encontraste mi pequeño mundo pero debo agradecerte enormemente el que hayas tocado a mi puerta y dejado una pequeña carta, será un gusto recibirte con los brazos abiertos siempre

    Te mando un saludo desde mi mundo, mi hogar.

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