sábado, 12 de julio de 2014

Saquemos la piedra del zapato

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

Nuestra vida suele estar cargada de vivencias y un sinfín de recuerdos. También de cosas materiales que con el transcurrir del tiempo vamos acumulando sin encontrar una explicación.
Sin duda cada día que pasa nuestra carga física y emocional es mayor, y sin darnos cuenta llegamos a un momento en el que sentimos como si estuviésemos atados de manos y pies, sin poder liberarnos de una mala vibra o de todo el peso que llevamos encima.

Seguramente en más de una ocasión nos hemos sentido bloqueados, estancados, sin encontrar el camino que debemos seguir para sentirnos satisfechos con nosotros mismos; suele pasar. A veces también encontramos un techo, pues no podemos subir y estamos amarrados y aferrados a algo que hace imposible encontrar nuevos horizontes.

Definitivamente estamos llevando una carga más grande de la que humanamente podemos soportar, y esto se debe precisamente a que con el paso de los años hemos ido guardando cosas poco provechosas para nuestra vida, incluyendo las materiales.
Malos recuerdos y experiencias, odios y frustraciones se convierten en algo así como la piedra en el zapato que hace más ingrata nuestra corta existencia.

Es tiempo de detener nuestro andar para sacarnos el zapato y botar la piedra, por más pequeña que esta pueda parecer. Es momento de deshacernos de la pesada carga y liberarnos de aquello que nos trae congoja y decepción.
Dejemos fluir las cosas nuevas, y para ello hay que hacer el espacio adecuado sacando las cosas negativas. Si seguimos aferrados a cosas del pasado, las nuevas experiencias nunca llegarán; si seguimos guardando cosas vanas e insulsas que solo nos generan preocupación, entonces estamos desperdiciando importante energía mental que debería estar orientada a emprender nuevos proyectos.

Nuestra vida suele ser como nuestra habitación, pues si está desordenada o atiborrada nunca habrá espacio para crecer, todo lo contrario ocurrirá si literalmente botamos todo aquello que solo nos estorba.

Recuperemos las energías perdidas, las fuerzas que vanamente hemos entregado a procesos infructuosos, pues si no estamos completamente renovados y despejados no podremos disfrutar a plenitud aquellas sorpresas que nos da la vida.


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