sábado, 19 de julio de 2014

El sinónimo de la prosperidad

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

Este era un niño que solía caminar diariamente unos dos kilómetros para llegar a su escuela. Su entusiasmo por comprarse el juguete de moda lo animaba a ahorrar cada centavo que su madre le daba para el pasaje. Con apenas ocho años de edad ya había sido instruido acerca del ahorro, pero su alegría fue mayor cuando le regalaron un alcancía con forma de cerdito y le explicaron que en la pequeña ranura debía depositar las propinas que recibía o el dinero que no había gastado en alguna golosina.

Como este pequeño, muchas personas se sienten o se han sentido motivadas a ahorrar parte de sus ingresos con el fin de satisfacer un gusto, atender una eventualidad o simplemente guardar dinero a largo plazo para comprarse una casa, un carro o realizar un viaje soñado.
Sea cual fuese la motivación, muchos coinciden en que el ahorro es progreso, ya que si esta disciplina o hábito se complementa con el trabajo concienzudo, más familias tendrían prosperidad económica e incluso se formarían nuevos ricos.

Para los japoneses, por ejemplo, el ahorro se ha convertido desde hace muchas décadas en una disciplina familiar, muy importante para el desarrollo y crecimiento. ¿Cómo así los japoneses con una edad promedio de 40 años son grandes empresarios, dueños de muchos negocios y propiedades? Pues solo a través del ahorro.
Y es que los ciudadanos japoneses entre los 18 y 20 años de edad pasan a formar parte de la población económicamente activa y desde el momento que comienzan a ganar dinero, ahorran entre el 10% y 20% de sus ingresos. Es un fondo intangible, pues no se toca, no se gasta ni se mira; es más, se da por hecho que no existe.

Así transcurren 20 o 25 años y recién entonces los japoneses recurren a sus ahorros, pero no para gastarlos en alguna vanidad de la vida. Con todos los intereses ganados, estos ahorros pasan a convertirse en un capital de trabajo y se invierten en un negocio previamente planificado que poco a poco comienza a generar jugosas rentas. Es a partir de estas ganancias que comienzan a llegar el carro, la casa y el viaje soñado.
A simple vista parece fácil, pero lo cierto es que detrás de todo este proceso existe mucha, mucha disciplina. Ahorrar no solo es saber guardar sino saber gastar.

Dejando de lado el ejemplo de los ciudadanos del país del sol naciente, está claro que el ahorro es sinónimo de prosperidad, aunque para algunos escépticos es mejor gastar y disfrutar el día a día, ya que mañana no se sabe si seguiremos “vivos”. Así como hay consumidores compulsivos o básicamente despilfarradores, también hay quienes no comen un plátano por no botar la cáscara.

Sin ir al extremo de las cosas, procuremos cultivar el hábito del ahorro evitando romper el “chanchito” que tenemos en casa o gastando más de lo debido en cosas vanas e insulsas. Un gran secreto es no comprar nada inútil con el pretexto de que es barato. Busquemos el equilibrio entre el desarrollo personal y la prosperidad económica a través del ahorro. El reto está en cada uno de nosotros.


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