Por:
Juan Carlos Calderón Pasco
Todos
tenemos deudas pendientes, obligaciones que hemos asumido en algún
momento de nuestra vida y que por diversas circunstancias no hemos
podido cumplir. Más que deudas de carácter pecuniario, se trata de
compromisos que vamos tomando tal vez por temor a no quedar mal con
alguien; sin embargo, llegada la hora se nos hace difícil realizar
aquello que dijimos que podíamos hacer.
Algunas
veces nos comprometemos a ayudar a alguien, otras a acudir a
determinado evento social, un evento familiar, el cumpleaños de un
amigo, etc. Casi siempre intentamos quedar bien con los demás, pero
lo único que logramos es que nuestra reputación quede en tela de
juicio por no saber honrar nuestros compromisos.
En
ciertas situaciones es imposible poder cumplir algo que hemos
comprometido, habrá para ello otra ocasión en la que podamos saldar
la deuda. En otras circunstancias somos buenos encontrando la excusa
perfecta, pero esta solo nos traerá un alivio momentáneo pues
siempre quedará el remordimiento de que le debemos algo a alguien.
No
dejan de ser ciertas las frases del acervo popular como “lo
prometido es deuda” o “una promesa es una promesa”. Bajo estas
premisas, resulta sumamente importante ser sinceros y, sobre todo,
valientes a la hora de tomar una decisión o responder a alguien que
pida de nosotros un compromiso.
Aunque
parezca que resaltan por su simpleza, existen dos expresiones en
nuestro vocabulario que si usamos correctamente, nos van a
proporcionar en la vida un alto nivel de satisfacción: el ¡sí! y
el ¡no!
Para
no deber nada a nadie y poder honrar siempre nuestros compromisos,
que tu ¡sí! sea siempre ¡sí! y que tu ¡no! sea siempre ¡no!
No
nos convirtamos en esclavos de nuestras palabras, como lo hacen
siempre los políticos tradicionales y aquellos candidatos que suben
a la palestra solo en época electoral. Seamos siempre dueños de
nuestros actos y nuestras buenas decisiones.
Un
reconocido militar solía decir: “Mi nombre es lo bastante célebre
como para que yo lo manche con una infracción a mis promesas”.
Aprendamos
a pagar nuestras deudas, aprendamos a cumplir nuestros compromisos
para no ser vistos o tratados por otros como referentes de la
desconfianza sino como seres cuyas palabras y hechos hablan por sí
solos.
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