lunes, 8 de septiembre de 2014

Los errores del pasado

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

Todos en el transcurso de nuestra vida -corta o larga- hemos tenido una serie de aciertos y también de errores. Obviamente los aciertos son producto de sabias decisiones que tomamos en un adecuado momento; no así los errores, que a veces se dan por inmadurez, inexperiencia o por tomar decisiones demasiado apresuradas.
En algún instante de nuestra existencia nos hemos detenido incluso a meditar y hemos anhelado retroceder el tiempo para no cometer los mismos errores y darle a nuestra vida otro rumbo, otra orientación.
Lo cierto es que el tiempo no va a retroceder y las cosas que ya hemos hecho no van a cambiar. Lo que sí nos queda son lecciones de vida de las experiencias buenas o malas que nos hayan ocurrido.

Aunque parezca mentira, tanto de las cosas positivas como de los errores del pasado se pueden aprender muchas cosas, y se puede aprender mucho más si no volvemos a incurrir en el mismo error.
Se dice que errar es humano, y es cierto, pues por nuestra propia naturaleza estamos propensos a equivocarnos no una sino muchas veces. Sin embargo, es meritorio de nuestra parte levantarnos cuando nos caemos, mirar hacia el frente y continuar en la búsqueda de nuestros más caros anhelos.

En estos días se habla de borrar nuestro pasado para poder emprender cosas nuevas. Es cierto y suena sencillo de realizar, pero a algunos que se aferran con uñas y dientes a sucesos del ayer les resultará muy complicado abrirse a nuevos proyectos.
Hagamos que nuestra vida sea como un cuaderno abierto para escribir en cada página una nueva historia, pero a la vez pasando etapas y cerrando capítulos.
Nos quedan lecciones aprendidas y el “de aquí para adelante”. Demos vuelta a la página, sigamos avanzando para terminar nuestro libro con un final feliz. Como reza un dicho: “Quien hace algo puede equivocarse, pero quien no hace nada ya está equivocado”.



A veces nuestra vida, como una hoja en blanco, puede empañarse por la presencia de un punto negro, y por más buenas acciones que realicemos, no podremos borrar aquello negativo que ya hemos hecho. No importa: la vida siempre da revanchas y nuevas oportunidades para crecer. Procuremos que nuestros actos sean nuestra mejor carta de presentación. 


sábado, 6 de septiembre de 2014

Las deudas pendientes

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

Todos tenemos deudas pendientes, obligaciones que hemos asumido en algún momento de nuestra vida y que por diversas circunstancias no hemos podido cumplir. Más que deudas de carácter pecuniario, se trata de compromisos que vamos tomando tal vez por temor a no quedar mal con alguien; sin embargo, llegada la hora se nos hace difícil realizar aquello que dijimos que podíamos hacer.
Algunas veces nos comprometemos a ayudar a alguien, otras a acudir a determinado evento social, un evento familiar, el cumpleaños de un amigo, etc. Casi siempre intentamos quedar bien con los demás, pero lo único que logramos es que nuestra reputación quede en tela de juicio por no saber honrar nuestros compromisos.
En ciertas situaciones es imposible poder cumplir algo que hemos comprometido, habrá para ello otra ocasión en la que podamos saldar la deuda. En otras circunstancias somos buenos encontrando la excusa perfecta, pero esta solo nos traerá un alivio momentáneo pues siempre quedará el remordimiento de que le debemos algo a alguien.
No dejan de ser ciertas las frases del acervo popular como “lo prometido es deuda” o “una promesa es una promesa”. Bajo estas premisas, resulta sumamente importante ser sinceros y, sobre todo, valientes a la hora de tomar una decisión o responder a alguien que pida de nosotros un compromiso.
Aunque parezca que resaltan por su simpleza, existen dos expresiones en nuestro vocabulario que si usamos correctamente, nos van a proporcionar en la vida un alto nivel de satisfacción: el ¡sí! y el ¡no!
Para no deber nada a nadie y poder honrar siempre nuestros compromisos, que tu ¡sí! sea siempre ¡sí! y que tu ¡no! sea siempre ¡no!
No nos convirtamos en esclavos de nuestras palabras, como lo hacen siempre los políticos tradicionales y aquellos candidatos que suben a la palestra solo en época electoral. Seamos siempre dueños de nuestros actos y nuestras buenas decisiones.
Un reconocido militar solía decir: “Mi nombre es lo bastante célebre como para que yo lo manche con una infracción a mis promesas”.
Aprendamos a pagar nuestras deudas, aprendamos a cumplir nuestros compromisos para no ser vistos o tratados por otros como referentes de la desconfianza sino como seres cuyas palabras y hechos hablan por sí solos.


lunes, 1 de septiembre de 2014

Aprovechando las oportunidades

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

La vida siempre está colmada por un sinfín de oportunidades, es decir, momentos propicios que se presentan en nuestro camino y requieren de una decisión y acción inmediata para no dejar pasar la ocasión.

Según el contexto o connotación, hablar de oportunidad es prácticamente hablar de beneficio o situaciones que nos llevarán a elevar nuestro nivel de satisfacción, tanto en lo personal y laboral como en lo económico.
Suelen presentarse en la vida oportunidades para viajar, iniciar un negocio, cambiar de trabajo, casarse o incluso comprar algo a más bajo precio.
En el mundo de los negocios -por ejemplo- hablar de oportunidades es hablar de los aspectos positivos que tenemos que aprovechar utilizando todas nuestras fortalezas.

Puede ocurrir que a veces tenemos una oportunidad a la vista y que por nuestra inexperiencia o temor de emprender algo nuevo, la dejamos pasar. Tras esto suele llegar la frustración o remordimiento, pero también una buena lección para no desaprovechar una nueva oportunidad.

Hay oportunidades que se presentan una sola vez, otras más de una, pero a quienes salen en busca de oportunidades. También solemos anhelar que se presente la misma oportunidad que otrora dejamos pasar, pues esta vez sí estamos convencidos de que ya no la vamos a perder.
Lo cierto es que las oportunidades -en su mayoría- se presentan en determinadas circunstancias o etapas de nuestra vida; por lo tanto, si se presentasen las mismas oportunidades que de jóvenes tuvimos, tal vez ya de viejos sería más difícil aprovecharlas. Difícil, pero no imposible.

Por tales motivos, aprovechemos al máximo todas las oportunidades que se presentan en nuestro diario trajinar, sobre todo aquellos momentos que son más gratificantes para nuestra corta existencia, como una buena plática, ir al cine, tomar un rico café, tocar guitarra o jugar una "pichanguita" con los amigos del barrio o compañeros de trabajo.

Las oportunidades más valiosas son aquellos momentos que disfrutamos siempre con nuestros seres queridos, y no solo en fechas especiales. Aprendamos a aprovecharlas al máximo.