Por: Juan Carlos Calderón Pasco
Desde
muy pequeños nuestros padres nos hablaron sobre el bien y el mal.
Con simples pero a su vez grandes consejos nos enseñaron a portarnos
bien para mantenernos así fuera del peligro. ¡No salgas a la calle!
¡No comas eso! ¡No te ensucies! ¡No te tires al piso! ¡Guarda tus
juguetes! ¡Lávate las manos!, son algunas de las pintorescas frases
que aún forman parte de la disciplina familiar.
Es
precisamente a través de estas básicas enseñanzas que los padres
forman el carácter de sus hijos y definen su conducta para el resto
de la vida.
En
la escuela los maestros también juegan un papel importante, tanto en
la formación intelectual como en la formación personal. Las órdenes
y la formación en el patio principal nos enseñan también sobre
disciplina, jerarquía, subordinación y el respeto a nuestros
mayores.
Como
apreciamos, ya desde muy pequeños nos enseñan de manera directa o
indirecta a ser disciplinados. Disciplina no es cosa que instruir a
una persona a tener un determinado código de conducta y orden. Esto
se da también en la universidad, en el trabajo y en la vida militar,
aunque aquí -en el sentido más estricto de la palabra- las órdenes
se cumplen sin duda ni murmuraciones, y si se hace caso omiso,
entonces el maltrato físico y verbal se convierten en el “mejor”
castigo de la indisciplina.
Sea
cual fuese la forma como nos inculcaron disciplina, en nuestra vida
diaria debemos regirnos mediante un código de conducta para el logro
de objetivos, pues podremos ser perseverantes, entusiastas y
talentosos para muchas cosas, pero en algunos casos si no existe
disciplina, las cosas no se dan como queremos o simplemente, no se
dan. Aun en el caso del empresario que forja su propio negocio para
no recibir órdenes, el simple hecho de haber emprendido un proyecto
dice mucho de su consecuencia y disciplina para lograr algo en la
vida.
Sin
ir al extremo de las cosas, se requiere disciplina para aprender
manejar un vehículo, un idioma o tocar un instrumento musical.
Incluso hasta para ahorrar dinero se necesita ser disciplinado, y no
tanto para ahorrar sino para no gastar. En este aspecto a veces surge
la necesidad de ser autodisciplinados.
Forjemos
nuestros planes y proyectos a base de esfuerzo, dedicación y
disciplina, sin que ello implique necesariamente que esta disciplina
tenga que ser impuesta por otros. La disciplina parte de uno mismo,
sobre todo de aquellos que quieren alcanzar sus más preciados
sueños.
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