Por:
Juan Carlos Calderón Pasco
Toda
nuestra corta existencia está marcada por las decisiones que
tomamos. Sean correctas o tal vez equivocadas, son las decisiones las
que abren en nuestra vida un mundo de posibilidades, tanto para
crecer como para caer en el más profundo abismo.
Una
decisión que se constituye en una elección consciente -personal o
grupal- en base a criterios, experiencias, motivaciones e incluso
creencias es la que definirá nuestro éxito, bienestar y
tranquilidad, o quizá todo lo contrario.
Se
dice que para tener éxito en la vida hay que tomar las decisiones
más acertadas, pero ¿cómo saber si la decisión que tomamos es la
más adecuada para nuestros propósitos? Lo cierto es que cada uno de
nuestros actos o elecciones debe tener cierto grado de convicción.
Si
nos damos cuenta, en todo momento nos encontramos tomando decisiones.
Desde que nos levantamos en la mañana ya estamos pensando qué vamos
a tomar para el desayuno o qué ropa vamos a usar para ir a trabajar.
Ciertamente, hay decisiones que no requieren mayor detenimiento y
análisis, como sí las grandes e importantes decisiones.
A
veces dudamos en tomar una decisión por temor a equivocarnos, por
eso es bueno contar con diversas alternativas para poder elegir la
mejor opción. Es necesario también tener información de primera
mano, o mejor aun, estar bien informados respecto de los pro y
contras de aquello que tengamos que decidir, pues cualquiera sea la
situación, tendremos sí o sí que tomar una decisión, nos guste o
no.
En
algunas ocasiones de la vida nos encontraremos también en momentos
decisivos en los que nos urgirá la necesidad de dar una respuesta
inmediata para no perder grandes oportunidades. Es cierto que no hay
que tomar decisiones a la ligera, pero tampoco hay que pensar mucho
para decidirnos en hacer algo. Se dice que a veces las decisiones son
como las medicinas: algunas son malas, pero es necesario tomarlas.
Hay
situaciones -en el ambiente político, por ejemplo- en las que se
hace necesario el asesoramiento de expertos en alguna materia para
poder decidir. Incluso nos dejamos influenciar por otras personas
-como familiares y amigos- para la toma de decisiones. Siempre es
bueno recibir consejos, pero puede resultar catastrófico dejar que
otras personas tomen decisiones por nosotros, sobre todo si se trata
de temas de índole económico. Que salgan de nosotros mismos y no de
otras personas palabras como “el tiempo lo dirá” o “el tiempo
me dará la razón”.
Aprendamos
en nuestra vida a tomar las mejores decisiones, pues estas son las
que nos llevarán a donde queremos llegar, incluso más lejos que
nuestras propias habilidades y talentos.