domingo, 29 de enero de 2012

Escabulléndome

Autor: Juan Carlos Calderón Pasco


Me escabullo en la naturaleza
En la música que tanto adoro,
En el silencio de la noche;
Debajo de las estrellas.


Soledad suele acompañarme
No la invito pero ella viene,
Insiste en poder consolarme;
Es un misterio su presencia.



Me escabullo sin reparos
Más allá de mi nostalgia,
Por doquier, sin horarios,
Las ganas no me faltan.


Me escurro sutilmente
Con acordes de guitarra,
Muy distante de la gente
Donde no halle amarras.


Podría ser en el infinito
O sobre las olas del mar,
El mundo es tan chiquito;
Pero encontraré un lugar.

viernes, 27 de enero de 2012

El tic tac del tiempo

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

Un inquieto y curioso escolar llamado Sergio Silva, con apenas ocho años edad deliberaba en forma insistente acerca de la vida y el tiempo. Pese a su corta existencia, solía inquietarse por tener que esperar muchos años para ser grande. Cursando aún el tercer grado de educación primaria, se desesperaba por terminar el colegio para poder ingresar luego a la universidad, ser un profesional y dedicarse a trabajar.


Pese a sus denodados esfuerzos para que el tiempo -según él- transcurriera diligentemente, éste no pasaba, o simplemente se demoraba en pasar. Cada día se convencía más de que el tiempo transcurría más lento que una tortuga. Un día le parecía como un año, o como un año luz. No avanzaba de acuerdo a sus intereses. “¿Cuándo seré grande? ¿Cuándo terminaré la primaria, la secundaria? ¿Cuándo trabajaré? ¿Cuándo me casaré? ¿Cuándo? ¿Cuándo? ¿Cuándo?”, se cuestionaba el párvulo.

Repentinamente, el tiempo transcurrió, eso nunca dejó de suceder. Actualmente el pequeño, que ya no es tan pequeño (en realidad es un adulto), se recrimina por haber pensado que el tiempo transcurría lentamente. Ciertamente, el tiempo no transcurre rápido ni lento, sólo transcurre. Sin embargo, añoraba volver a su época de escolar, a sus años de juventud. Deseaba eso de todo corazón pero de desilusionaba al saber que era absolutamente imposible.

Intentó por momentos detener el tiempo, pero tampoco pudo. Por más que detuviera un reloj el tiempo nunca dejaba de hacer tic tac. Ahora un año le parecía como un día, y un día se le iba más rápido que un billete de cien nuevos soles. En tal sentido, comprendió que el tiempo más que oro es un gran tesoro y por ende tenía que aprender a valorarlo mucho más.

En la vida quizá nos han enseñado que así como el tiempo, la piedra arrojada o la flecha lanzada jamás regresan. Esto es cierto en un sentido retórico, mas no en un contexto real. Sin haber herido a nadie, puedes recoger la misma piedra o flecha que arrojaste y volverla a lanzar cuantas veces quieras, puedes. Lo que no puedes es volver a traer el tiempo que dejaste pasar, no puedes.

Por eso, mientras tengamos vida, estamos todavía a tiempo de enmendar nuestro camino para evitar que se nos escurra como agua entre los dedos. Sin intentar ganarle y tampoco esperarle, hagamos que el tiempo sea nuestra mejor compañía y nuestro más grande tesoro.

lunes, 23 de enero de 2012

Todo sucede por algo

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

Muchas veces en nuestra vida nos han ocurrido cosas que nos han afectado profundamente. Hechos fortuitos o sucesos inesperados, que nos han provocado dolor, tristeza y desesperanza. Acontecimientos como la partida de un familiar, la pérdida de un trabajo, un accidente doméstico, un proyecto cancelado repentinamente o la ruptura de una relación amorosa, nos han abatido, abrumado y hasta nos han destrozado el corazón.


Tal vez hayamos sentido que el mundo se nos vino encima. La carga es difícil de llevar. La impotencia nos lleva a la desesperación. Lloramos, renegamos, nos golpeamos la cabeza contra la pared y tratamos de buscar culpables. Queremos también buscar el por qué y nos sentimos mucho más vacíos al no encontrar respuestas. Definitivamente, no hay nada que pueda sosegarnos; es lo que creemos en ese momento.

Sin embargo, trascurre el tiempo y nos damos cuenta, que aquellas circunstancias desfavorables tuvieron una razón de ser. Todo sucedió por algo. Todo en la vida sucede por algo, y por algo bueno. Quizá hoy tengamos que llorar, pero mañana nos tocará reír. Como reza un adagio popular: “No hay mal que por bien no venga”; o mejor aún: “No hay mal que dure cien años. Tampoco cuerpo que lo resista”.

Como seres humanos debemos saber y reconocer que la vida suele presentarnos pruebas, problemas y conflictos. ¿Hasta dónde somos capaces de soportar? ¿Qué somos capaces de hacer para superar la adversidad? Las respuestas a estas interrogantes están dentro de nosotros mismos.

Lo cierto de todo es que bajo cualquier circunstancia el tiempo será nuestro mejor aliado. Suele ocurrir (bueno, casi siempre ocurre), que aquellos instantes que nos ha tocado sufrir, se convierten luego en simples e irrisorios anécdotas. Entonces, si después de la tormenta siempre llega la calma, aprendamos a ver el lado positivo de aquello negativo que nos sucede.

jueves, 12 de enero de 2012

Los momentos irrepetibles

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

Cada momento es irrepetible. Cada segundo, cada minuto de nuestra corta existencia es irrepetible. Podríamos haber pasado varias navidades en casa, podríamos haber viajado varias veces al mismo lugar, o podríamos haber cenado el mismo plato, en el mismo restaurante y en reiteradas ocasiones, sin embargo, es totalmente seguro que ninguno de esos instantes se ha repetido.


Los momentos son irrepetibles no sólo porque cambian las fechas, sino los escenarios e incluso las personas que nos acompañan. Por lo tanto, si los momentos son irrepetibles, es evidente que de aquí en adelante nada será igual, o simplemente, todo será diferente.

Si gustas puedes regresar al colegio donde estudiaste, a la universidad, o al barrio donde pasaste los primeros años de tu infancia, puedes volver, y repito, puedes. Pero es inevitable que te des con la sorpresa de que las cosas han cambiado y que los amigos o personas que conociste ya no están. Tal vez te topes con algunos de ellos, te alegrarás de verlos, pero a la vez te atrapará la nostalgia de saber que el tiempo ha pasado y que aquellos momentos que viviste jamás volverán.

En ocasiones solemos afirmar que lo pasado fue mejor, aunque de forma repentina cambiamos de parecer y deseamos que nuestro futuro sea mejor. Sea como fuese, debemos saber que en algún momento nuestro futuro será pasado y que el pasado será olvidado.

Por ello, para evitar dilemas entre lo que fue y lo que vendrá, concentrémonos en el momento presente, en las experiencias que hoy podemos disfrutar, como escuchar música, aquella que nos gusta. Tomar un café caliente, con alguien que nos gusta. Pasear, viajar, leer, conversar o hacer aquellas cosas que sean las más gratificantes para nuestro ser.

Abracemos este momento, valorémoslo, y sobre todo, vivámoslo, porque el momento que hoy tenemos será indiscutiblemente, irrepetible.

domingo, 8 de enero de 2012

Los días memorables

Por: Juan Carlos Calderón Pasco

Todos tenemos días memorables, momentos especiales registrados en nuestra mente que tienen un valor personal, emotivo o sentimental. Estos momentos inolvidables pueden ser el día de nuestro cumpleaños, es una fecha muy significativa para nosotros que jamás podríamos olvidar.


Otros días memorables son el cumpleaños de nuestros padres, hermanos y amigos. El día que ingresamos a la universidad, el de nuestra graduación, el de nuestro primer viaje al extranjero, o incluso el día que dimos el primer beso a nuestra pareja.

Sean cuales fuesen nuestros días memorables, debemos saber que cualquier día de nuestra rutina puede ser memorable, es decir, recordable, inolvidable y trascendental.
Excepto por los días de cumpleaños, (Determinados así por voluntad divina), podemos hacer que los días de nuestra existencia sean memorables, ¿Cómo así?

Realizando aquello que siempre quisimos y que sería gratificante para nuestra vida, pero que por diversas circunstancias no pudimos iniciar y muchos menos, terminar.

Podemos hacer memorable el día que realicemos el viaje soñado, el día que terminemos un proyecto personal, el día que escribamos nuestro primer libro o el día que tomemos una clase de baile y aprendamos el ritmo que nos gusta.

Podemos hacer incluso una lista de nuestros días memorables y trabajar para que esa lista vaya en aumento, anotando aquellas cosas que realizamos y que trascienden para bien en nuestras vidas. Incluso aquellos días que fueron desagradables o desafortunados para nosotros, pueden ser memorables en el sentido de convertirse en un aliciente que nos impulsa a emprender cosas nuevas.

Procuremos pues dar un significado mucho mayor a nuestra existencia, dejando huella al andar, para que lo que hagamos hoy, perdure a través del tiempo. Haz que tus días sean memorables para que tu vida sea memorable.